Sobre la epidemia de fiebre amarilla habida en Barcelona en el año 1821

Fig 1. Portada de ‘Historia de la epidemia de fiebre amarilla habida en Barcelona en el año 1821’./ C. Pradera 04-2020

C. Pradera, Barcelona, 15-04-2020

Dedico esta entrada a la fiebre amarilla o tifus icterodes con motivo de la epidemia padecida en Barcelona en 1821. Hacía tiempo que quería profundizar en el tema. En la imagen número 1, se puede ver un interesante documento que adquirí meses atrás y que me ha permitido recabar interesantes datos. Se trata de un opúsculo de 30 páginas escrito por el doctor Carlos Maturana Vargas titulado ‘Historia de la epidemia de fiebre amarilla habida en Barcelona en el año 1821’.

Barcelona tiene una dilatada historia de más de 2.000 años. A lo largo de este tiempo, ha sufrido las epidemias que han asolado a la humanidad. Un factor que ha jugado en su contra es el hecho de ser ciudad portuaria. En el medievo llegó por mar la peste negra, en mayo de 1348, a través de un barco procedente de Génova. Y en el siglo XIX, llegó en barco la fiebre amarilla, también conocida con el nombre de vómito negro o plaga americana. De hecho, esta terrible enfermedad llegó en varias ocasiones a Barcelona. En dos de ellas, en 1821 y en 1870, produjo graves epidemias. Y el origen de ambas fue la Habana (Cuba), ya que aquella ciudad contaba con una importante colonia de catalanes y había importantes lazos comerciales. Ahora bien, parece que en 1803 pudo darse en los meses de octubre y noviembre un brote que afectó tan solo a la Barceloneta. Es probable que este brote llegara a través de algún contagiado proveniente del sur de España.

FIEBRE AMARILLA

La fiebre amarilla es una enfermedad zoonótica causada por un virus de la familia Flaviviridae que pasa de persona a persona a través de hembras infectadas de mosquito. El nombre se debe a que los enfermos en estado avanzado presentan coloración amarillenta de la piel y de los ojos (ictericia). Es una enfermedad aguda y hemorrágica que en algunos casos es asintomática y, en otros, se desarrolla un cuadro grave con escalofríos, fiebre alta, dolor de cabeza, dolor muscular, náuseas, hemorragias y vómitos. En estado muy avanzado se producen vómitos de sangre coagulada y de aquí el nombre de vómito negro. Se incuba entre los 3 y 7 días tras la picadura de un mosquito infectado.

Fig 2. Monumento a los fallecidos por la fiebre amarilla de 1821, Cementerio del Poble Nou de Barcelona./ C. Pradera 2019

Se cree que el virus tiene su origen en África y desde este continente pasó a América durante el siglo XVI a través del comercio de esclavos. De hecho, saltó de un continente a otro porque su vector más eficiente, el mosquito de la fiebre amarilla (Aedes aegypti), también lo hizo. Afectó severamente al continente americano. Debido a las continuas epidemias acaecidas llegó a Europa. Los buques de la época tenían las condiciones para transportar al mosquito de la fiebre amarilla y permitir que a bordo continuara su ciclo de reproducción. El continuo tráfico entre ambos continentes hizo que el mosquito llegara a Europa de manera sucesiva. Debieron de darse dos situaciones. Por una parte, el mosquito fue llevado a las ciudades portuarias de Europa donde en la costa mediterránea de clima más cálido encontró las condiciones para su establecimiento. Y en aquellas ciudades donde quizás no se daban las condiciones para su desarrollo y paso de año en año, los barcos lo llevarían cada temporada. Esto significa que un barco cargado con mosquitos que llegara durante la primavera daría lugar a finales del verano a una población suficiente como para provocar una epidemia si llegaba alguien contagiado. A partir de lo anterior, las epidemias solo se debían dar en lugares con una población de mosquitos suficiente que permitiera desencadenar la transmisión. Es por ello que un barco que fuera portador de contagiados y mosquitos infectados no tenía por qué dar lugar a una epidemia más allá de un brote si en la población no había una población de mosquitos de vectores.

Ahora bien, lo realmente misterioso del mosquito de la fiebre amarilla es que desapareció de la Península Ibérica y no se le volvió a ver. No se saben las causas. La última referencia que se tiene de este mosquito es de 1939 en la ciudad de Barcelona donde era considerado muy común. Y desde entonces no se le ha vuelto a detectar. Es lógico pensar que la península no debía ofrecer un lugar idóneo para su supervivencia y que este mosquito llegara de manera sistemática en barcos. Desconozco si no es así qué mecanismos podrían hacer desaparecer a un mosquito capaz de aprovechar cualquier recipiente de agua y desarrollarse en interiores. Descarto que la causa fuera el uso intensivo en el ámbito doméstico, a partir de 1945, de los insecticidas de síntesis orgánica como DDT o lindano.

Fig 3. Inscripción en el monumento a los fallecidos por fiebre amarilla en el Cementerio del Poble Nou de Barcelona./ C. Pradera 2019

En Europa, fue la Península Ibérica la zona más afectada. En especial, el litoral mediterráneo con Andalucía a la cabeza. Antes del 1800, hubo epidemias en Lisboa (1723), Cádiz (1730 y 1733) y Málaga (1741). Y a partir del 1800, hubo epidemias durante las tres primeras décadas. Por citar las más importantes: Cádiz (1800, 1804, 1811-1813, 1819), Sevilla (1800), Jerez de la Frontera (1800, 1804, 1819, 1820), Málaga (1803, 1804), Granada (1804), Córdoba (1804), Alicante (1804), Cartagena (1804, 1811), Murcia (1811), Gibraltar (1810, 1813 y 1828), Barcelona (1821), Tortosa (1821), Palma de Mallorca (1821). Unas décadas después, se dio otra importante epidemia en España. Fue en 1870 y afectó a Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Alicante, etc.

EPIDEMIA DE BARCELONA

La epidemia de 1821 tuvo un profundo impacto en la población de Barcelona. En recuerdo de aquella desgracia, en 1823 se levantó un monumento en el Cementerio del Poble Nou que es donde fueron enterrados los fallecidos de la epidemia (figuras 2-3). Ahora bien, la fiebre amarilla no solo afectó a esta ciudad, sino que fue el origen de epidemias en otras poblaciones. El retorno de personas a sus poblaciones de origen, así como la gran dispersión de barceloneses que huyeron de la fatalidad, hizo que la fiebre amarilla se dispersara. Entre las poblaciones a las que llegaron afectados y se convirtieron en origen de importantes epidemias, destacan las ciudades de Tortosa y Palma de Mallorca donde se dio un número muy elevado de contagiados. Lógicamente, esto fue a sí porque en estas poblaciones había una fuerte presencia del mosquito de la fiebre amarilla. Según C. Maturana, «Palma perdería casi el tercio de sus habitantes; Tortosa algo más de la cuarta parte, y Barcelona la séptima parte de la población». Desde Tortosa, la fiebre amarilla se extendió Ebro arriba afectando a pequeñas poblaciones como Ascó y Mequinenza. En Tarragona, afectó a Salou. Y en la provincia de Barcelona afectó a Canet de Mar y, en menor medida, a Malgrat de Mar y a Sitges (figura 4).

Fig 4. Plano de poblaciones afectadas de Cataluña./ C. Maturana 1936

Como he apuntado, el origen de la epidemia fue la Habana desde donde partieron numerosos barcos en dirección a Barcelona durante la primavera de 1821. Consta que el 28 de abril partió de aquella ciudad un convoy de 52 buques de los que llegaron 20 a Barcelona a finales del mes de junio. Es probable que el virus llegara a través de varios barcos. No se sabe. Aunque en la bibliografía se apunta como uno de los focos de la epidemia al bergantín el Gran Turco, el cual era de grandes dimensiones. Consta que entró en el puerto de Barcelona el 29 de junio de 1821. Hay que destacar que no era un buque cualquiera, ya que se dedicaba al transporte de esclavos negros que recogía en África y vendía en América. Se especula que en su travesía de África a Cuba algunas personas fallecieron a causa de una virulenta enfermedad que podría coincidir con la misma fiebre amarilla.

Para el 15 de julio, día de la Constitución, los barceloneses se echaron a las calles y los barcos se engalanaron. Explica C. Maturana que durante aquellos días familiares de las tripulaciones subieron a los barcos para visitarlos. En el Gran Turco se calcula subieron a bordo cerca de cuarenta personas de las cuales treinta y cinco sufrieron la fiebre amarilla. También subieron carpinteros que vivían en la Barceloneta para hacer reparaciones y que posteriormente fueron afectados por la enfermedad. Esto apunta a que en el barco había un importante número de mosquitos infectados con el virus completando su ciclo en cualquier recipiente con agua. A finales de julio, tripulantes del bergantín francés La Joséphine contrajeron la fiebre amarilla. Las personas que subieron al barco, así como los marineros que desembarcaron, llevaron la enfermedad de los navíos a la Barceloneta y después a la ciudad intramuros.

En aquel entonces, Barcelona era pequeña (figura 5). Estaba formada por el núcleo antiguo rodeado por la muralla y por la Barceloneta situada extramuros, considerada el ensanche y construido con unos criterios modernos y racionales. La Barceloneta era el núcleo de la vida porturaria. Es difícil saber cuánta población vivía en la ciudad. Hacia 1800, Barcelona era una de las veinte ciudades europeas que contaban más de 100.000 habitantes. Y en 1848, los estados municipales arrojaron la cifra de 173.000 habitantes.

Fig 5. Plano de Barcelona de 1821./ C. Maturana 1936

Parece ser que el mes de julio fue lluvioso y, cuando a finales de mes, subieron las temperaturas, se creó un ambiente perfecto para la proliferación del mosquito de la fiebre amarilla. Ahora bien, no fue hasta principios del 1900 que se estableció la relación entre los mosquitos y la enfermedad gracias a las investigaciones del médico cubano Carlos Finlay que fueron corroboradas por el médico norteamericano Walter Reed. En aquel entonces los médicos lo desconocían casi todo sobre la fiebre amarilla. Ni siquiera se tenía conocimientos de la vida microscópica y faltaban 50 años para que Louis Pasteur hiciera sus aportaciones. Además de esta falta de conocimientos, los médicos de Barcelona no tenían experiencia con la fiebre amarilla a pesar de las tremendas epidemias que se dieron al sur de la península. De hecho, costó de aceptar por muchos médicos que se estaba viviendo una epidemia de fiebre amarilla. Hubo discusiones acaloradas e incluso una vez superada la epidemia había quienes negaban que se hubiera dado una epidemia. Los médicos se dividían entre quienes afirmaba que se trataba de la fiebre amarilla de origen tropical (contagionistas) y los que atribuían las muertes a factores ambientales y afirmaban que se trataba de una calentura estacional (no contagionistas). Estos últimos decían que la causa de todo eran las malas condiciones de de salubridad del puerto así como las cloacas de la ciudad de las que emanaban vapores insalubres. Y todo ello acentuado por las condiciones meteorológicas de un verano caluroso.

Fig 6. André Mazet atendiendo a enfermos de fiebre amarilla en Barcelona en 1821./ Science Source

A principios del mes de agosto, corrió la noticia de que había en la Barceloneta personas afectadas de una enfermedad desconocida. Esto llegó a las autoridades sanitarias, la Junta Superior de Sanidad de Cataluña, y decidieron reunirse el 6 de agosto para abordar el tema. Ante la situación creciente de enfermos, se acordó cerrar el puerto, acordonar los barcos sospechosos, cerrar la Barceloneta, visitar a los enfermos para hacer un diagnóstico y enviar los atacados a un lazareto. En el transcurso de la epidemia, fueron abiertos varios lazaretos para atender a los enfermos. Ahora bien, el lazareto causaba miedo en la población porque quienes allí entraban acababan por lo general muriendo. A causa de ello, en la Barceloneta se produjeron motines cuando se presentaban soldados en la casa de un enfermo para llevarlo al lazareto. Hay que apuntar que los ánimos estaban muy revueltos. La gente no sabía a qué atenerse y se produjeron numerosos altercados. Respecto a la tripulación de los barcos afectados por la fiebre amarilla se hizo lo siguiente. Los que no habían ido a parar a algún lazareto de la ciudad, fueron llevados a finales de agosto al monasterio de Sant Jeroni de la Vall d’Hebron el cual se habilitó como lazareto. Y también parece ser que algunos barcos fueron enviados al lazareto de Mahón.

El 14 de agosto, la Junta Superior de Sanidad afirmó en un acta: «la enfermedad es exótica, habiendo sido transportados los miasmas productores de estas fiebre de la Habana á este puerto». Esta toma clara de posición se debió principalmente al médico Juan Francisco Bahí miembro de la Junta quien lo tuvo claro desde el principio. Este médico defendió su diagnóstico frente a quienes hablaban de una calentura estacional. Este punto era capital, porque el hecho de declarar que se trataba de una enfermedad contagiosa, implicaba el confinamiento con todos los problemas sociales que implicaba.

A finales de agosto la epidemia ya estaba disparada. Y la fiebre amarilla pasó de la ciudad amurallada donde se multiplicaron los afectados. Ante la magnitud de la tragedia, el 12 de septiembre las autoridades superiores se trasladaron a Esparraguera, a unos 40 kilómetros de la ciudad. Y el día 17, fue impuesto un cordón alrededor de Barcelona para aislarla del resto del Principado. Detrás de las autoridades, otro tanto hicieron los vecinos que pudieron. Se estima que la mitad de los barceloneses se trasladaron a poblaciones cercanas donde se instalaron como pudieron. Los que no salieron de la ciudad se aislaron. Se vivieron escenas de todo tipo. C. Maturana explica el caso de la calle Montcada, donde una autoridad municipal encontró en una casa un hombre en estado de putrefacción y a su lado la esposa agonizando con un niño cogido al pecho.

Fig 7. André Mazet atendiendo a enfermos de fiebre amarilla en Barcelona en 1821./ Science Source

La noticia de la epidemia de fiebre amarilla en Barcelona llegó a todas partes de Europa y causó honda preocupación. A Marsella llegó un barco danés con origen en Barcelona con enfermos de fiebre amarilla lo cual ocasionó la muerte de hasta 15 marineros. Rápidamente Francia cerró todos los puertos a cualquier barco que llegara de Cataluña y organizó una flota expresamente para vigilar la costa de los Pirineos Orientales. Además de ello se enviaron numerosos efectivos del ejército a las fronteras terrestres con España. Esta preocupación llevó a que las autoridades francesas enviaran una comisión médica formada por cinco médicos para recabar información (figura 9). André Mazet (1793-1821), médico que tenía experiencia con la enfermedad, ya que había escrito un libro sobre la epidemia de Cádiz de 1819, fue uno de los enviados. Llegó a Barcelona el 8 de octubre y, al poco, contrajo la enfermedad falleciendo el 22 de octubre. En las imágenes 6 a 8, se pueden ver unas interesantes litografías que recrean situaciones donde A. Mazet atiende enfermos en Barcelona.

Los médicos franceses estuvieron hasta el 20 de noviembre. Y en 1823, tres de ellos publicaron un texto titulado ‘Histoire médicale de la fièvre jaune observée en Espagne et particulièrement en Catalogne dans l’année 1821′. Se trata de un documento importante con numerosos datos. Los médicos dieron fe desde el principio de que se trataba de una epidemia de fiebre amarilla. Cabe destacar que octubre fue el más alto en afectados. Según estos médicos, el 7 de octubre se contabilizaron 382 muertos y todavía no se había alcanzado el máximo de la curva de la epidemia.

Fig 8. André Mazet atendiendo a enfermos de fiebre amarilla en Barcelona en 1821./ Science Source

Según C. Maturana, la epidemia se dio desde finales de agosto hasta la segunda semana de diciembre. Esto cuadra con la biología del mosquito de la fiebre amarilla y con las características del clima de Barcelona. Podemos suponer que el mosquito de la fiebre amarilla tendría entonces un comportamiento estacionario como el que tiene en la actualidad en Barcelona el mosquito tigre (Aedes albopictus). Este mosquito también del género Aedes, tiene su población máxima a principios del otoño justo cuando coincide con las máximas precipitaciones anuales durante los meses de septiembre y octubre. Hemos de suponer que a finales del mes de septiembre habría multitud de recipientes con agua para el desarrollo de las larvas. Aunque justo a partir de este mes empiezan a bajar las temperaturas, lo cual frenaría la tasa de reproducción del mosquito de la fiebre amarilla. C. Maturana publica las temperaturas de aquellos meses. Las máximas fueron: julio 23ºC, agosto 25ºC, septiembre 23ºC y octubre 20ºC.

Con la llegada del frío, desaparecen los adultos. Como sabemos, este mosquito del género Aedes invierna en forma de huevo. Así pues, la epidemia de fiebre amarilla siguió el comportamiento estacionario del mosquito ligado a las condiciones del clima de Barcelona. El 18 de diciembre fue levantado el cordón de Barcelona. Los médicos entonces no tenían ningún tratamiento efectivo para curar a los afectados. El hecho de diagnosticar la enfermedad como contagiosa, establecía la creación de lazaretos, el confinamiento de la población y la cuarentena. Y cuando se desbocó la epidemia, la recomendación de las autoridades fue el abandono de la ciudad.

Fig 9. Medalla conmemorativa de la misión de médicos franceses./ Todocoleccion 2020

El puerto de Barcelona fue abierto a finales de diciembre. Lo sucedido tuvo implicaciones. A partir de 1822 no se aceptó la llegada de ningún barco procedente del golfo de Méjico que no hubiera pasado antes la cuarentena en el lazareto de Mahón. Por otra parte, como había una parte del cuerpo médico que no aceptaba que se hubiera padecido una epidemia de fiebre amarilla, se hizo hincapié en acometer arreglos para que no se produjera otra calentura estacional. Se procedió al arreglo de la canalización del Rec Comtal, a la construcción de alcantarillas para la evacuación de aguas residuales de la Ciudadela y a obras de salubridad del puerto. Esto quizás ayudara algo a disminuir los lugares donde se podrían reproducir los mosquitos al eliminar zonas de agua estancada. No obstante, en 1870 llegó de nuevo la fiebre amarilla.

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5 comentarios en “Sobre la epidemia de fiebre amarilla habida en Barcelona en el año 1821

  1. julio-Carlos García dijo:

    Estupendo artículo. Soy el propietario del bloc monacodebacardi. Una de las personas de mi estudio fué Baltasar de Bacardí y Tomba. Murió en Barcelona el 1 de julio de 1821 a consecuencia de la peste amarilla y fue enterrado en el cementerio de Poble Nou.
    Saludos cordiales, Julio-C. García

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