Paseando por el parque de la Ciudadela de Barcelona, vi un petirrojo, Erithacus rubecula. Bueno. Exactamente, este avecilla lo vio mi mujer. Pero la cámara estaba en mis manos. Así que me paré a cierta distancia y le hice una foto (figura 2). Estaba sobre una piedra al borde de un parterre. Una preciosidad como todos los petirrojos. Cuando iba a acercarme para hacerle otra foto, echó a volar. Por suerte, conmigo estaba mi mujer para decirme hacia donde había ido a parar. Si no fuera por la capacidad de observación de mi mujer, mis paseos serían más anodinos y me perdería muchos detalles de la vida. Ella me dijo que estaba sobre una ramita. Me acerqué con cuidado y le hice otras fotografías. Pero como siempre me pasa, cuando iba a tomar la mejor estampa, tendió sus alas y las batió.
Esta época es muy buena para ver petirrojos. En la Península Ibérica se juntan los que residen todo el año más los que vienen del norte de Europa. Además, se acercan más a las zonas urbanas en busca de alimento. En verano, come artrópodos y lombrices. Su pico fino y alargado delata su dieta. Pero, cuando llega el invierno, su dieta se hace menos selecta y la complementa con frutos. Los petirrojos son muy territoriales. El ejemplar al que hice unas fotos no se moverá de la zona donde lo avisté. El macho defiende con agresividad su territorio, ya sea contra otros petirrojos u otras avecillas.
En la imagen número 1, se puede ver un petirrojo posado sobre una valla en la que había trocitos de pan. Tuve la suerte de poder fotografiarlo gracias a un jardinero que le daba de comer. Durante el invierno cada día a la misma hora acude el petirrojo a su cita. Creo que me comentó que llevaba dos inviernos alimentándolo. En general, los petirrojos que se asientan en invierno en zonas urbanas, se acercan a las personas en busca de alimento.
Creo que el petirrojo es el ave más bonita de cuantas viven cerca del hombre. Su tamaño es de unos 14 centímetros y su peso es de a penas 20 gramos. El cuerpo del petirrojo es redondeado e inspira ternura. Destaca la parte delantera roja en un plumaje que va del blanco al marrón suave. Otra pequeña ave que me encanta es el herrerillo común, Cyanistes caeruleus. Cuando tengo el gusto de observar a estas aves, doy gracias a la Vida por haber creado algo tan extraordinario. Suerte tenemos de habitar este planeta. El petirrojo es además un esforzado y voluntarioso padre. Una pareja pueden tirar adelante dos o tres puestas entre primavera y verano. Y en cada una de estas, la hembra puede poner hasta cinco huevos. Un prodigio de sencillez y humildad.
Addenda. A continuación se pueden ver otras fotografías que he ido tomando con posterioridad a la publicación de esta entrada.
Preciosos los petirrojos y además siempre alegran el otoño con su canto.