El pasado domingo 25 de septiembre pasé el día en Francia. Recorrí un trocito de su costa mediterránea desde Cerbère hasta Leucade. Partí de Portbou y me adentré por la carretera que serpentea por la costa. El paisaje es de gran belleza. Y también los pueblos. He de destacar el gusto por el detalle que tiene el pueblo francés y lo bien que cuida de su patrimonio.
Por la tarde bordeé la laguna de Salses pasando por Leucate. Se tata de un lámina de agua marina que se encuentra separada del mar por una estrecha franja de tierra. Es un humedal magnífico para avistar aves como, por ejemplo, los flamencos. Me acerqué hasta su orilla a la altura de las barracas de Salses. O más bien, lo que queda en pie de un antiguo barrio de pescadores (figura 1). Al recorrer sus calles, me preguntaba qué mosquitos habría en la zona interesados en venir a picarme. Pensé quizás algún mosquito de marisma como Aedes caspius. Pero no imaginé en ningún caso que hubiera mosquito tigre (Aedes albopictus). A eso de las seis y media de la tarde, oí cerca de mi oído su canto de bardo. Me lo intenté sacar de encima. Y no sé bien cómo, se posó sobre el dedo meñique de mi mano izquierda. Así que aproveché para fotografiarlo.
El mosquito tigre entró en Francia en 2004, el mismo año en el que fue detectado en España en Sant Cugat del Vallés. Llegó al departamento de los Alpes Marítimos desde Italia. Como se puede ver en el mapa de distribución de abril de 2017 (figura 2), este mosquito ha colonizado rápidamente gran parte del sur de Francia. En 2011 fue detectado en el departamento de los Pirineos Orientales (Pyrénées-Orientales), al cual pertenece Salses. El ritmo de colonización que lleva en Francia es más acelerado que en España, lo cual se entiende si tenemos en cuenta que, al sur de los Pirineos, llueve menos. Veremos en el futuro los límites al mosquito tigre en la Península Ibérica.
Después de fotografiar a la hembra ávida de sangre, llegaron otras. Fue entonces cuando decidí marcharme. Además, no disponía de repelente.