Cuando observo los animales que consideramos domésticos, me maravilla la variedad de razas de las que disponemos. Desde tiempos inmemoriales, hemos ido seleccionando los genes que más nos convenían para potenciar determinadas características. Un extremo de esto es el perro, Canis lupus familiaris. Hay multitud de razas. Se calcula unas 800. Unas sirven para guardar la casa, otras para ayudar al pastoreo y otras para la caza. También las hemos criado para nuestro entretenimiento. Se han seleccionado perros gráciles para que corran y, lamentablemente, también para que se peleen con otros perros. Algo parecido ha pasado con el gato, Felis silvestris catus. Pero en mucha menor medida. Alrededor del mundo se han seleccionado los genes que se consideraban más apropiados. Ahora bien, el gato no ha sido domesticado tanto como el perro. Una razón puede que sea que lleve poco tiempo junto a la humanidad. Se calcula que unos 10.000 años. Mientras que el perro pudiera llevar 10 veces más. Es decir, unos 100.000 años a la luz de registros fósiles.
Otra razón pudiera ser que nos interesa que viva en un estado medio salvaje para que se busque la vida y cace roedores. Si se domestica mucho al gato, este deja de ser buen cazador. Esto es fácil comprobarlo. En casa tenemos una gata que, fuera de dormir y buscar la mano para que le acaricien, no hace otra cosa. En cambio, cerca de casa hay una colonia de gatos que viven buscándose la vida. Uno de ellos es un fantástico cazador que trae hasta la puerta de la galería ratones y pájaros. El gato es un animal que no responde a nuestra llamada. No es como el perro que lo llamas y viene corriendo. El gato nos escucha, pero pasa de nosotros. Creo que no domesticamos al gato, sino que se dejó domesticar. Esto debió de ocurrir en la época llamada neolítica cuando la humanidad empezó a cultivar la tierra y a acumular gran cantidad de cereales. A raíz de esto, multitud de animales e insectos empezaron a proliferar a nuestra costa. De todos, el que más debió de mermar nuestras existencia fue el ratón, Mus musculus. Se trata de un compañero de fatigas que la humanidad ha llevado allá donde fuera. El antepasado salvaje del gato debió en ese momento merodear por los poblados buscando ratones. La humanidad lo dejó hacer y hasta le dio cobijo para que se instalara. En algunas culturas se lo llegó a considerar animal sagrado. El gato hace la suya y esto nos conviene. Antiguamente, las puertas de entrada de las casas tenían una gatera para que entraran y salieran los gatos. En muchos pueblos, se pueden ver puertas antiguas estos agujeros. La mayor parte están cerrados. Todo cambia. Antes las puertas de los pueblos no se cerraban.
De todos las razas que hay, la que más me gusta es la conocida como común europea. Es decir, la que tiene un pelaje atigrado. Pero no todos los gatos de esta raza son atigrados. También los hay blancos y negros. En las fotografías que acompañan a este posteo, se puede ver un gato que vive tranquilamente en los alrededores de un centro hospitalario. Vive con mucha tranquilidad y bien acostumbrado a que le den de comer. Con toda su pachorra se estiraba delante mío dejando que lo fotografiara. Se trata de un ejemplar macho que por su constitución parece joven. En la imagen número 4, se puede ver cómo tranquilamente se estiraba mostrando su parte inferior. Cada raza tiene un comportamiento diferente. A mí me gusta el que tiene la europea. Y también sus características físicas. Son de cuerpo grande y robusto. No se sabe de qué gato salvaje deriva. Se cree que podría provenir de África o de Asia. Esperemos que siga el gato en estado semisalvaje junto al nosotros.
Esa gata se dió vuelta porque la empresa fumigadora la atacó y pudo haberla llevado a la veterinaria. Cuándo la llevaron estaba muerta y los policías balearon al voluntario. Son dos hechos históricos criminales que debieron evitarse y prevenirse. Sucedió en New York de Estados Unidos de América del Norte y en el conurbano de Buenos Aires. Nunca tuvo coronita Bety la gata porque la dejaban afuera casando las ratas que le largaban al dueño de la propiedad.