C. Pradera, Barcelona, 03-10-2012
Cuando empieza el frío, es fácil que entre en casa una crisopa verde. Bajo este nombre genérico se engloban diversas especies pertenecientes a la familia Chrysopidae (Neuroptera). Una de las crisopas verdes comunes es Chrysoperla carnea, ya que se ha potenciado para realizar control biológico en diversos cultivos. Es fácil de reparar en este insecto por su forma y color. Destaca el bonito color verde, las alas que parecen hechas de encaje y unos ojos dorados. El tamaño de los adultos de las diferentes especies oscila entre 1 y 3 centímetros.
Las crisopas son unos insectos muy beneficiosos. Tanto la larva como el adulto se alimentan de animales dañinos como pulgones, cochinillas, trips, ácaros o larvas de lepidóptero. Las crisopas son multivoltinas y pueden tener entre dos y cuatro generaciones anuales. El adulto puede vivir hasta tres meses.
Cuando llega el otoño, busca un lugar donde refugiarse de los rigores del frío. Tiene una actividad crespusular y es atraído por la luz. Es entonces cuando lo podemos ver posado sobre el vidrio de una ventana. En esta época, a principios de otoño, suelo encontrarme crisopas verdes atrapadas en las láminas de los aparatos insectocaptores. En la imagen número 3 se puede ver un ejemplo de ello. La lámina es de un obrador de pastelería situado en la montaña.