Carlos Pradera, Barcelona, 09-03-2025
En la imagen superior, se puede ver una tabla publicada en 2016 por Zhu et al. donde se listan los 20 artrópodos que más resistencias acumulan a insecticidas [1]. Por supuesto, se trata de casos documentados de poblaciones de estas especies. Esto no quiere decir que todos los individuos de cualquiera de estas especies sea resistente, siempre y en todo lugar, a un insecticida del que tenemos un caso documentado. Pero sí sabemos que podrá desarrollar resistencia si insistimos con el mismo insecticida. La resistencia aparece al realizar una presión ambiental con un insecticida que selecciona los individuos con genes que confieren protección. Pero también sabemos que al dejar de utilizarlo, desaparece esta presión de selección y, por tanto, pueden desaparecer estos genes.
En un libro biográfico, el entomólogo Andrew Spielman explicó que, cuando se insistía con el DDT sobre una población de mosquitos, aparecía la resistencia al cabo de 5 años y, por tanto, la inutilidad de seguir usándolo [2]. Es por ello la recomendación en la rotación de insecticidas con diferentes sustancias activas. En especial de sustancias activas de diferentes familias para evitar la resistencia cruzada.
Resistencia y tipos de resistencia
La resistencia a una sustancia insecticida se puede definir como la capacidad de una población de una misma especie para sobrevivir a la exposición de este insecticida a una determinada dosis. Esto se explica porque en esta población hay previamente individuos que poseen genes de resistencia. Al aplicar el insecticida se seleccionan los individuos, sobreviven los resistentes y se eliminan los susceptibles. Esto permite que los genes de resistencia se transmitan al desaparecer competidores. Así pues, cuanto más apliquemos un mismo insecticida, tantos más individuos resistentes tendremos. Lo que hacemos es ejercer una presión de selección artificial, por diferenciarla de la no humana o natural.
La resistencia puede ser de tipo conductual, morfológica y fisiológica. La primera consiste en que el artrópodo evita la exposición a un insecticida al haber una modificación de su conducta. Detecta la sustancia y la evita. La segunda consiste en una modificación de la morfología como, por ejemplo, una modificación en el grueso de la cutícula o en el área de exposición al insecticida. Y el tercer tipo de resistencia es el más común y están implicados mecanismos fisiológicos de resistencia. Puede ser resistencia metabólica y no metabólica. Los mecanismos metabólicos son los más comunes e implican la capacidad de degradar la sustancia activa insecticida. El artrópodo desarrolla enzimas que degradan los tóxicos neutralizando su efecto. En cuanto a los mecanismos no metabólicos, implican una modificación del sitio donde el insecticida ejerce su acción o en la capacidad de almacenarlo y excretarlo [3].
Ahora bien, la resistencia puede ser simple, múltiple o cruzada. Es simple cuando el artrópodo tiene un solo mecanismo de resistencia al insecticida. Por contra, es múltiple cuando el artrópodo resistente tiene diversos mecanismos de resistencia para un mismo insecticida. Y por último, está la resistencia cruzada cuando un mismo mecanismo confiere resistencia a varios insecticidas. La resistencia fisiológica no metabólica que produzca insensibilización en el punto de acción de un insecticida, afectará a los otros insecticidas de la misma familia. Esto sucede, por ejemplo, con los piretroides. En cambio, la resistencia fisiológica metabólica afecta no solo a insecticidas con estructura química parecida, sino también entre familias de insecticidas diferentes [4]. En este punto, el problema que tenemos en control de plagas urbanas en Europa es la reducción de sustancias insecticidas y familias.
Ahora bien, no todos los artrópodos muestran igual capacidad de resistencia a los insecticidas. En ello influye una biología idónea como ser polífaga, tener un rápido desarrollo que pueda completar varios ciclos al año (multivoltinismo), disponer de mucha progenie y tener una baja movilidad [4]. De manera más detallada. Una especie que se alimenta de un amplio abanico de recursos está más preparada para neutralizar sustancias tóxicas que otra que se alimenta en exclusiva de un solo recurso. Si la especie tiene un rápido desarrollo cumpliendo muchos ciclos favorece la aparición de genes de resistencia de manera aleatoria. Si además tiene poco movimiento y vive agrupada, estos genes pasan al grupo más rápido porque encuentran pareja sexual con la que reproducirse. Y por último, añadir que si tiene mucha descendencia, significa mayor probabilidad de aparición de genes y una rápida recuperación de la población inicial hasta la capacidad de carga de un determinado lugar.
Insectos urbanos más resistentes
En la tabla de los 20 artrópodos más resistentes se diferencia si son agrícolas o urbanos (figura 1). En lo que toca a mi oficio, el control de plagas urbanas, aparecen cinco especies. Como no puede ser de otra manera, en primer lugar está la mosca doméstica (Musca domestica). Después tenemos la cucaracha germánica (Blattella germanica), el mosquito común americano (Culex quinquefasciatus), el mosquito común europeo (Culex pipiens), el mosquito de la fiebre amarilla (Aedes aegypti) y el gorgojo castaño de la harina (Tribolium castaneum). Es importante destacar que tenemos tres especies de mosquito que, como sabemos, es el grupo de animales que más muertes causa en humanos. A esta lista de artrópodos humanos podríamos añadir otras especies. Por ejemplo, la chinche de cama (Cimex lectularius) o el piojo humano del cabello (Pediculus humanus capitis).
En cuanto a la mosca doméstica (Musca domestica), es resistente a 62 sustancias activas insecticidas con 337 casos documentados [1]. Por citar el más notorio, en 1947 fue detectada su resistencia al DDT, lo cual fue a los pocos años de aplicarse de manera intensiva. La mosca doméstica es un insecto distribuido por todo el mundo (cosmopolita), presente en cualquier entorno asociado a humanos y animales domésticos. Su carácter móvil (volador) permite que sea el insecto urbano más fácil de observar. No solo es una plaga molesta, sino también es vector que puede transmitir más de 100 enfermedades a humanos y animales. Si sumamos su capacidad de desplazamiento a que se puede alimentar de nuestros alimentos, tenemos una importante amenaza para la salud pública.
Todas estas especie cumplen con la capacidad de realizar muchos ciclos, tener mucha progenie y una baja movilidad. Y en el caso de las cucarachas, son omnívoras. Ahora bien, quiero destacar mi admiración por los artrópodos que denominamos plaga. De entre las cientos de especies que pueden encontrar acomodo en el medio urbano, solo unas pocas se han adaptado a la vida junto a los humanos. Así pues, hemos seleccionado unas especies y las hacemos más fuertes.

Fig 4. Registros de resistencia de sustancias insecticidas en cucarachas domésticas./ Tang et al., 2019 [4].
Cucaracha germánica
En el puesto número dos de insectos urbanos resistentes tenemos la cucaracha germánica (figura 1). Hay constancia de resistencia a 42 sustancias activas insecticidas con 219 casos documentados en todo el mundo [1]. En la imagen número 4, se puede ver una gráfica publicada en 2019 por Tang et al., donde se puede ver la acumulación de casos documentados [5]. El primer caso del que hay constancia es de 1952 en Texas con una población resistente al clordano. Por supuesto, anteriormente hubo resistencias, pero no hay constancia. Me extrañaría que antes de la década de 1940, con el uso del pelitre, no surgieran poblaciones resistentes.
Como vemos, e resistente a todas las familias de insecticidas: organoclorados, organofosforados, carbamatos, piretorides, neonicotinoides, oxadiazinas, fenilpirazoles y avermectinas. Su control mueve muchos recursos económicos. Es la auténtica plaga bíblica si no se la controla. Las empresas de control de plagas dedicamos muchas horas a su control utilizando productos más allá del control químico como diatomeas, polímeros, etc. Es una de las plagas más importantes en industria alimentaria. Y está en el punto de mira de los fabricantes de biocidas que destinan importantes recursos en investigación y desarrollo.
Los mecanismos de resistencia de la cucaracha germánica incluye resistencia conductual (aversión a la glucosa), fisiológica metabólica (desintoxicación) y fisiológica no metabólica (insensibilidad al sitio objetivo) [5]. Estos mecanismos implican mutaciones que han dado lugar a cambios genéticos hereditarios, que pueden haber ocurrido de manera independiente en un individuo o bien en varios. Esto es complejo porque en la actualidad hay tanta presencia de esta cucaracha circulando que se complica todo. Es difícil mantener un local limpio por un tiempo determinado.
La cucaracha germánica tiene una biología idónea para el desarrollo de resistencias: polífaga, multivoltina, rápido desarrollo y baja movilidad. Destacaría de esta especie el hecho de que es un insecto gregario y necesita vivir en grupo, lo cual facilita la mezcla de genes. Esto es primordial para su control, puesto que en control de plagas no buscamos un individuo sino al grupo. Se tiene éxito en su control cuando se encuentra la zona de agregación donde se acumulan excrementos con feromona de agregación.
El control de cucaracha germánica dio un viro importante a finales de la década de 1990 cuando se adoptaron los cebos insecticidas formulados en gel. Hasta entonces, el control pasaba por la aplicación de químicos mediante lacado, pulverización o nebulización. La industria química dotaba de nuevas sustancias insecticidas de manera periódica. Sin embargo, las restricciones a su uso y la eficacia de los cebos cambió la metodolgía de control. Pero tras dos décadas de control casi exclusivamente mediante cebos, nos hemos empezado a encontrar con una situación complicada que nadie sabe explicar. Cuesta controlarlas solo con cebos cuando se parte de una población elevada o sostenida en el tiempo en un local en el que se hace difícil su control. Desconocemos qué pasa cuando utilizamos geles que nos funcionan bien en un lugar y no en otro. Cada vez más, las empresas de control de plagas recurren más a la pulverización con insecticidas. Por suerte, contamos con herramientas como los polímeros que permiten reducir rápidamente el número de individuos. Por contra, no ayuda las continuas restricciones del uso de insecticidas o bien directamente la eliminación de sustancias químicas como es el caso del fipronil, cuyo efecto cascada era el más destacado.
Las estrategias para mejorar el control de esta especie pasan en primer lugar por la rotación de sustancias insecticidas (ya comentada) o bien, disminuir la presión de selección. Esto es, dejar de aplicar insecticidas y pasar a otros métodos de control físico como el uso de polímeros, diatomeas o cualquier otro productos no insecticida. En paralelo, insistir en el cliente en las medidas preventivas de control: educacionales, higiénicas, ambientales y estructurales. Esto llevará a reducir la capacidad de carga del local. El control de esta cucaracha requiere de especialización del técnico. Es importante la motivación y la formación para la localización de las zonas de agregación. Todo ello nos lleva a aumentar el número de visitas y tiempo dedicado en el cliente. Por tanto, aumentar el presupuesto.
Para acabar, comentar que son especialmente complicados los locales de restauración que mantienen una población constante de cucarachas por ser muy difícil su eliminación. Por supuesto, en muchos hay unas problemáticas de calor, humedad, falta de higiene y defectos estructurales importantes. Son cada vez más problemáticos los locales que se encuentran en centros comerciales y en zonas turísticas o zonas muy concurridas. Son áreas donde la cucaracha germánica está instalada y circula entre locales y viviendas. Se junta todo para tener una gran variabilidad genética y la transmisión de genes. El control de esta especie es un desafío constante.
Notas:
[1] F. Zhu, L. Lavine, S. O’Neal, M. Lavine, C. Foss & D. Walsh. 2016. Insecticide Resistance and Management Strategies in Urban Ecosystems. Insects 7(1): 2.
[2] A. Spielman & M. D’Antonio. 2004. O mosquito. Uma história natural do mais persistente e cruel inimigo do Homen. Ed. Replicaçâo, Lisboa. 201 p.
[3] G. Silva Aguayo. 2000. Resistencia a los insecticidas. Simposio Internacional Manejo Racional de Insecticidas: Universidad de Concepción, Chillán, Chile: 90-109.
[4] P. Bielza Lino. 2005. La resistencia a insecticidas: de los mecanismos a las estrategias de manejo. Phytoma España, 173: 36-39.
[5] Q. Tang, T. Bourguignon, L. Willenmse, E. De Coninck & T. Evans. 2019
Global spread of the German cockroach, Blattella germanica. Biological Invasions, 21(3): 693-707.






Muchas gracias por el artículo, es una ayuda grandísima para cualquier trabajador del sector y más para los que trabajamos en pequeñas empresas de control de plagas. Yo soy el único empleado de la empresa donde trabajo y no tengo oportunidad de compartir experiencias con compañeros. Casi exclusivamente comparto impresiones con algún comercial y claro, sus consejos siempre son interesados.
De nada. Un placer ayudar.