
Fig 1. Aplicación de sulfuro de carbono. Fotografía de ‘La polilla de los cereales’ de Miguel Benlloch (1948).
C. Pradera, Barcelona, 16-02-2019
El sulfuro de carbono (CS2) es un compuesto que se utilizó en el pasado para desinsectación de plantas y productos almacenados. Destaca el uso tradicional para la desinfección de granos contra gorgojos y palomillas. Fue muy empleado por los agricultores en un uso doméstico en pequeños almacenes hasta la década de 1970. Se trataba de un compuesto de fácil acceso, aunque tóxico y explosivo.
TRATAMIENTO
En enero de 1948, en plena posguerra, el Ministerio de Agricultura publicó un folleto informativo titulado ‘La polilla de los cereales’ [1]. Fue redactado debido a que el otoño de 1947 presentó unas elevadas temperaturas que, unidas, «al almacenamiento en malas condiciones (frecuente, por desgracia, en épocas normales, y hoy mucho más, a causa de las previsiones a que obligan la escasez y dificultad de transporte y circulación) han desarrollado extraordinariamente al insecto […]». Y este insecto no era otro que el microlepidóptero Sitotroga cerealella (Gelechiidae).
El folleto dedica la mayor parte de su contenido a los medios de lucha. Se explican cómo deben ser la condiciones de almacenamiento y cómo se deben desinsectar los locales antes de acoger el grano a través, principalmente, de pulverizaciones con organofosforados (DDT y lindano). Respecto a la desinsectación de los granos afectados, se hace la recomendación del sulfuro de carbono o de una mezcla de este con tetracloruro de carbono (CCL4), a falta de «otros desinfectantes, tales como el óxido de etileno y el bromuro de metilo, pero no es posible procurárselos actualmente en el mercado nacional».
En la página 6 se describe cómo realizar el tratamiento: «Para realizar la desinfección debe disponerse de un local aislado de la vivienda y que pueda cerrársele lo más herméticamente posible, como antes indicábamos. Se dispone el grano en capa de poco espesor (unos 25 a 30 centímetros) y se colocan por encima unos trozos de arpillera, sobre los que se vierte la dosis de sulfuro de carbono, a razón de 50 gramos por quintal métrico, manteniéndose el local cerrado durante un mínimo de cuarenta y ocho horas. […] Terminado el tratamiento, se ventila y airea el grano que puede luego ensacarse. Nunca se debe practicar la desinfección con temperatura inferior a los 16 ó 18º, pues no se obtienen buenos resultados. La temperatura óptima está comprendida entre los 20 y los 30 grados. Por encima de 35º tampoco debe fumigarse. […] La dosificación puede también hacerse con respecto al volumen total del local o recipiente, y a razón de 175 a 200 gramos por metro cúbico.»
Se explica que la mejor época para el tratamiento de los granos es durante la primavera. Es durante esta época que la temperatura ambiental es la idónea para los vapores de sulfuro de carbono. En invierno resulta ineficaz y, además, el desarrollo de la polilla se frena.
Ahora bien, a pesar de su fácil adquisición y uso, el sulfuro de carbono entrañaba serios peligros. Y no solo los debido a su toxicidad. Este compuesto es muy inflamable «hasta el punto de que la mezcla de sus vapores con el aire en la proporción de 6 por 100 es ya explosiva». Es por ello que el almacenamiento de las latas que lo contenían debían de conservarse en sitio fresco, aireado y lejos del fuego. Su punto de ebullición es bastante bajo, en torno a los 46º C. Se evapora, pues, fácilmente a temperatura ambiente (18º C). Sus vapores son más pesados que el aire, por lo que colocado sobre el grano, desciende y penetra en este eficazmente. Se recomendaba añadir un poco de agua en los recipientes, ya que al tener menor densidad, se mantiene en la parte superior ejerciendo de cierre hidráulico que impida la emanación de vapores.
HISTORIA SOBRE SU USO
Según Richard T. Cotton [2], el sulfuro de carbono se venía usando desde mediados del siglo XIX. En 1854, Lazare Garreau publicó un informo donde se explicaba que este compuesto era el más efectivo contra los gorgojos del trigo de cuantos había utilizado. Otros autores, también reportaron su eficacia contra los insectos de los granos almacenados.
Sin embargo, la popularización del sulfuro de carbono es a partir de 1869 cuando el barón Paul Thenard lo utilizó en Francia contra la filoxera [3]. Fue muy utilizado contra estos parásitos de la vid, para lo cual se inyectaba en el suelo con la ayuda de tubos inyectores diseñados para tal efecto. Se clavaban los tubos en el suelo alrededor de las viñas a una profundidad de entre 30 y 50 cm y luego se inyectaba el líquido (figura 4). Posteriormente, fue utilizado contra otros insectos en plantas. Y fue utilizado con éxito en California por K. W. Hilgard contra roedores en madrigueras.
En España fue muy utilizado debido a la facilidad para adquirirlo gracias al gran uso que le dio el combate contra la filoxera. En la década de 1960, había disminuido su uso contra la filoxera, pero se seguía utilizando para la desinfección de graneros. Agustín Alfaro Moreno, en su libro dedicado a los plaguicidas agrícolas [3], cuenta lo siguiente: «El sulfuro de carbono ha perdido gran parte de su utilidad como fumigante, al haberse superada la etapa de lucha directa contra la filoxera de la vid y existir otros productos para el tratamiento de los insectos del suelo. Hasta en la desinsectación de granos, especialmente en los no destinados a la alimentación, hay modernos productos que le sustituyen ventajosamente». Un problema que hay con los granos es que, si estos no están suficientemente secos, el sulfuro de carbono disminuye su facultad germinativa.
INTOXICACIÓN
Los vapores de sulfuro de carbono son muy tóxicos para las personas. Así que las intoxicaciones eran bien conocidas desde su uso intensivo para combatir la filoxera. Los especialistas conocían bien sus efectos entre la población rural. En el libro de Juan y José Salmerón de Diego dedicado a las intoxicaciones producidas por pesticidas [5], se dedica un apartado a la clínica de intoxicación por sulfuro de carbono y su tratamiento. Se da cuenta de lo siguiente respecto a su clínica:
«Puede originar lesiones en todo el sistema nervioso central o periférico, especialmente neuritis con fragmentación de la mielina, así como también provoca esteatosis hepática y destrucción globular intensa. La intoxicación aguda se manifiesta por cefalea, náuseas, vómitos diarreas, dolores abdominales, palpitaciones, fatiga. Pesadez de las extremidades inferiores, delirio, excitación psíquica, vértigos, alucinaciones auditivas, visuales y olfativas, y por último, depresión del sistema nervioso central con parálisis respiratorio y la muerte por asfixia. La intoxicación crónica se manifiesta por temblores, parálisis, debilidad generalizada, neuritis periféricas múltiples, ausencia del reflejo corneal, inestabilidad emocional que puede llegar hasta la psicosis manifiesta».
Respecto a su tratamiento: «Como primera medida, todo intoxicado debe ser llevado al aire puro y despojado de las ropas impregnadas del tóxico. Respiración artificial con administración de oxígeno, acompañada de tónicos cardíacos y respiratorios. Contra la agitación psíquica se puede aplicar morfina-escopolamina. En caso de intoxicación por vía gástrica, además de las medidas anteriores se procederá al lavado gástrico y al empleo de carbón medicinal.
EXPLOSIÓN
Como se ha comentado arriba, el sulfuro de carbono es explosivo. Escribe Richard T. Cotton [2] que los gases del sulfuro de carbono son altamente inflamables y explosivos al mezclarse con el aire, y entran en ignición al ponerse en contacto con cualquier clase de fuego, sea con o sin llama si existen temperaturas de 100º C o superiores». También explica este autor que «para aminorar los peligros de explosión e incendio […], se ha comercializado mezclado con otros gases no inflamables, como el tetracloruro de carbono y el tricloroetano. Pero, para que la mezcla resulte completamente no inflamable, el porcentaje debe ser tan elevado que se pierde prácticamente las cualidades insecticidas específicas del sulfuro de carbono. No obstante, algunas mezclas con 15% de sulfuro de carbono en tetracolruro de carbono [5], con una pequeña cantidad de anhídrido sulfuroso y, además, algún otro producto, resultan relativamente estables y pueden utilizarse con seguridad».

Fig 6. Recorte de página 115 del Registro Oficial de Productos y Material Fitosanitario de 1965./ Ministerio de Agricultura.
En la España de la década de 1960, había dos productos comercializados a base de 85 % de sulfuro de carbono y 15 % de tetracloruro de carbono, según el Registro de Productos y Material Fitosanitario de la época [6]. En la imagen número 6, se puede ver un recorte de la página 115 donde constan ambos productos (figura 6). Uno es Pentalina (Productos Químicos Penta SA) y, otro, Gorgojón ST (Unión Española de Explosivos SA). No obstante, debido a su gran uso, este producto era accesible a los agricultores comprado fuera del mercado legal.
Guijuelo, 1967.
El 26 de agosto de 1967 se produjo en Guijuelo (Salamanca) una terrible explosión que causó la muerte de 13 personas [7]. La explosión derribó por completo un edificio de sótano y tres plantas cercano a la plaza Mayor y la onda expansiva afectó a los circundantes. La causa de la explosión fue una atmósfera cargada con sulfuro de carbono. Según parece, en aquella zona de Salamanca se utilizaba mucho una mezcla de sulfuro de carbono y de tetracloruro de carbono conocida como «bobolina». Se utilizó mucho durante la década de 1950 y 1960 para combatir las plagas que afectaban a los embutidos y, en especial, al «piojillo». Según la crónica realizada por Salamanca RTV al Día, que rememora el 50 aniversario de este hecho tan lamentable, el uso de la bobolina era el siguiente: «el método de uso pasaba por llenar un recipiente abierto de bobolina, como un barreño o palangana y ponerlo en el suelo del secadero. A continuación, se sellaba el lugar a cal y canto, utilizando periódicos en puertas y ventanas para evitar la fuga del gas. Se solía dejar actuar durante dos o tres días, y a continuación ya se podía volver a entrar en la sala. Años más tarde se prohibió el uso de la bobolina para trabajos de desinsectación por su peligrosidad.»
1994 Palma de Mallorca, 1994.
En la década de 1990 había en España un producto comercializado que contenía la mezcla de sulfuro de carbono al 95% y tetracloruro de carbono al 5% llamado Keycorc. Era fabricado por la compañía Industrial Química Key S.A. de Lérida. Y contaba con inscripción en el Registro Oficial de Productos y material fitosanitario desde 1970. Este producto se hizo conocido en 1994 debido a una terrible explosión que se produjo. Estos son los hechos relatados en un estudio donde se analizaba las responsabilidades penales de los daños causados por el uso de productos peligrosos [8]:
«El 15 de julio de 1994, la Sra. María Rosa B. C. compró en un establecimiento especializado en productos fitosanitarios, abierto al público, 47 botes, de 800 gramos cada uno, de un insecticida fumigante, marca Keycorc, consistente en una mezcla de sulfuro de carbono (95%) y tetracloruro de carbono (5%). Gabriel P. S., empleado del establecimiento -propiedad de “Germans Crespi, S.A.”- le había recomendado el producto Keycorc y también la dosis adecuada, en presencia de Antonio Juan C. S., socio y administrador solidario de “Germans Crespi, S.A.”, e ingeniero técnico agrícola. María Rosa pretendía desinfectar un viejo piso de su propiedad, plagado de termitas y carcoma, de unos 115 metros cuadrados, situado en el edificio del núm. 8 de la calle Jafuda Cresques, de Palma de Mallorca, y que había heredado de sus padres. Ese mismo día, María vertió el contenido de los 47 botes por todas las habitaciones de la vivienda y precintó con cinta aislante marcos de puertas y ventanas. Sobre las 11:45h del día siguiente, el vapor de sulfuro de carbono, que había estado mezclado con el aire a una temperatura superior a 30º C desde el día anterior, se inflamó y explotó causando el derrumbe y consiguiente ruina del edificio, compuesto de 10 viviendas, y destrozos en fincas colindantes, situadas en el nº 10 de la misma calle y en la c/ Guillem Galmes nº 3.»
Keycorc estaba indicado contra el uso de gorgojos y polillas que atacan cereales y leguminosas. En la etiqueta constaba su uso específico, sus peligros (inflamable y peligro de explosión), su dosis. Todo estaba perfectamente indicado, pero dos irresponsables vendieron un producto para otro uso y lo pusieron en manos de una persona inexperta y también irresponsable. Hubo una demanda colectiva (vecinos y aseguradoras) contra la vecina que realizó el tratamiento, contra el vendedor, contra la empresa comercializadora, contra el fabricante y contra el Ministerio de Agricultura. Interesante hecho es que Keycorc se comercializaba entonces sin cumplir con las etiquetas exigidas al RD 3349/1983, ya que estaba etiquetado según normativa anterior. Esto da cuenta, como sabemos, de que la normativa técnico-sanitaria de 1983 tardó muchos años en implementarse debidamente.
Notas:
[1] Miguel Benlloch. 1948. La polilla de los cereales. Servicio de Capacitación y Propaganda, Ministerio de Agricultura. Hojas Divulgadoras, No 2-24H. 8 pp.
[2] Richard T. Cotton. 1979. Silos y graneros. Plagas y desinsectación. Nueva Enciclopedia de Agricultura, Oikos-Tau, Vilassar de Mar, Barcelona. 328 pp.
[3] Agustín Alfaro Moreno. 1974. Plaguicidas agrícolas y su aplicación. Ministerio de Agricultura, Madrid. Monografías INIA, No 6. 594 pp.
[4] Rosario Ruiz Baños & Rafael Bailón Moreno. 04-12-2009. La filoxera. Blog de la Asociación de la Plaza de Benínar. Enlace: beninar.blogspot.com/2009/12/la-filoxera.html
[5] El texto parece mal traducido. Debería ser: «15% de tetracloruro de carbono en sulfuro de carbono».
[6] Ministerio de Agricultura. 1965. Plagas del Campo. Registro Oicial de Productos y Material Fitosanitario. Dirección General de Agricultura, Ministerio de Agricultura, Madrid. 145 pp.
[7] Redacción. 04-08-2017. La exposición sobre la explosión de 1967 se inaugura el lunes 7 de agosto. Salamanca rtv al día. Enlace: salamancartvaldia.es/not/156248/exposicion-sobre-explosion-1967-inaugura-lunes-7-agosto/
[8] Sonia Ramos, Magalí Riera, Ingrid Fabián, Raquel Fabián & Carla Gasch. 2009. Sujetos responsables por los daños derivados del uso de un producto peligroso. Revista para el análisis del Derecho, InDret, Barcelona.