El pasado miércoles por la mañana anduve con mi mujer paseando por los campos de arroz del Delta del Ebro. Al empezar nuestro camino nos dimos cuenta de que el campo olía diferente. Mi mujer me lo comentó extrañada. Yo no sabía a qué se debía ese extraño olor que se percibía de fondo. Un quilómetro después me di cuenta a qué se debía el olor al ver un helicóptero a lo lejos pulverizando los campos. No le dimos más importancia y seguimos adelante maravillándonos con todos los animales que nos íbamos encontrando. Pero el helicóptero seguía haciendo pasadas sobre los arrozales. Y cada vez estaba más cerca. Al ver tan cerca el helicóptero, aproveché para hacerle unas fotos. No siempre se tiene la oportunidad y siempre quedan bien las imágenes.
El helicóptero pulverizó unos campos que teníamos delante. Luego pasó por encima nuestro y siguió tratando unos campos que teníamos atrás. Imaginé que lo que quería era que pasáramos hacia adelante para tratar luego los campos que teníamos alrededor. Seguimos caminando y vimos que se acercó un todoterreno pilotado por un hombre de mediana edad. Se paró delante nuestro y nos dijo que nos pusiéramos a cubierto detrás de una caseta de hortelano que había unos 100 metros más adelante. Mierda. Grité a mi mujer y le di prisa para llegar hasta la caseta. El helicóptero nos sobrepasó para pulverizar sobre los campos cercanos. Hacía un poco de viento. Calculé en qué zona de la caseta nos debíamos situar para no quedar mojados con el caldo de insecticida. A saber qué estaban echando y contra qué. No entiendo de este tipo de tratamientos.
El todoterreno se acercó a la caseta y aparcó delante nuestro. Yo me acerqué al hombre de mediana edad y nos dijo que mejor nos pusiéramos detrás del coche agachados. Entonces dio a través de un walkie-talkie la orden de tratar. Se acercó el helicóptero y dejó caer una lluvia de producto. Vaya. Y yo sin mascarilla. Esto se lo hago a un cliente y Sanidad cierra la empresa en la que trabajo. Pero en fin, son cosas de los tratamientos fitosanitarios. Todo a lo grande. Nada más pasar el helicóptero, vimos que detrás nuestro, a pocos metros, venía una pareja de ciclistas. Se pararon en seco para protegerse de la nube de insecticida que les estaba cayendo. El hombre de mediana edad que estaba al mando del tratamiento no se había dado cuenta. Vaya. A mi mujer y a mí, no es que nos fuera mejor que a los ciclistas, pero de algo nos libramos. Lo bueno del caso es que hacía unos minutos que lloviznaba. Y al acabar de pasar el helicóptero se puso a llover. Suerte.
Viendo las fotografías que tomé, he podido ver que el helicóptero lleva un logotipo del propietario (figura 8). Se puede leer taespejo.net, es decir, Trabajos Especiales Espejo SL [1]. Se trata de una empresa cordobesa fundada en 1981 por Fernando Espejo Delgado. La empresa empezó gracias a los tratamientos fitosanitarios y ha ido diversificando su oferta.
Para acabar, comentar que ver un tratamiento realizado con un helicóptero o con una avioneta es espectacular. Es bello. Acrobático. Y también grande. Porque grandes son las cantidades de insecticida que aplican. Yo creo que lo que aplicó en un día el helicóptero en el tratamiento de los arrozales no lo gasto yo en varios años.
Tus entradas son muy interesantes, ha sido un gran descubrimiento tu blog, saludos.
Muchas gracias. 😀